Discurso pronunciado por Antonio Bueno González, Doctor en Filología Inglesa, Profesor Titular y Decano de la Facultad
de Humanidades en la Universidad de Jaén,
durante la presentación de
Ladrones de Atlántida
celebrada en la Biblioteca Pública Provincial de Jaén el martes 29 de noviembre de 2005
(acto organizado con la colaboración del Centro Andaluz de las Letras)
Buenas tardes. Me siento muy honrado de estar hoy aquí y proceder a la presentación del libro Ladrones de Atlántida de José Angel Muriel González publicado hace pocos meses por la Sociedad de Nuevos Autores.
Agradezco en primer lugar la deferencia que el autor ha tenido hacia mi persona al proponerme presentar su libro. No nos conocíamos personalmente. Bastaron unas ligeras pinceladas de un muy buen amigo mío y familiar suyo, D. Jesús Simón Peinado, una llamada telefónica, apenas cuatro correos electrónicos y la fortuna de haber leído su novela -por su obra le conoceréis- para congeniar con José Ángel y admirar su honradez personal y profesional y su oficio como escritor.
Sirvan también mis primeras palabras de agradecimiento a la propia editorial, cuyo nombre, Sociedad de Nuevos Autores, ya la honra y habla de su dedicación a la necesaria promoción de los escritores noveles, y a todos ustedes por su presencia aquí hoy.
Mi más sincera felicitación al autor. En esta presentación les va a hablar el amigo reciente y el filólogo, por propia deformación personal a veces inevitable y por la riqueza lingüística y literaria de la obra, como se dirá oportunamente. Pero permítanme que les hable primero del hombre y después del escritor y de la novela.
El hombre: Me decía José Ángel en su primer correo: "Escribir ha sido siempre para mí la mayor afición y también la más hermosa, pues me permite acercarme sin pudor a la satisfacción de crear por completo mundos, personajes y situaciones". Y bien que lo consigue, diríamos, tras leer su novela.
Nacido en Sevilla hace 33 años, es Licenciado en Matemáticas por la Universidad de Sevilla y actualmente Jefe de Proyectos en el Departamento de Sistemas de una importante compañía nacional de Telecomunicaciones. Dicho así, podría entenderse por formación y profesión como alguien ajeno a las letras. Nada más lejos. Precisamente su rigor científico dota a su novela de una precisión en las descripciones y en todo el relato que proporciona credibilidad y solidez al argumento. Además, él reconoce -y cito literalmente-: "Siempre sentí interés por los libros y crecí leyendo los clásicos. Mientras tanto, mi otra afición era el dibujo; dedicaba horas a confeccionar historietas, dando rienda suelta a la imaginación. Algo más tarde, reemplacé los pinceles por la pluma y comencé a escribir todo tipo de relatos." Afortunada simbiosis de las ciencias y las letras. No es la primera vez que alguien resalta la íntima relación que a menudo se establece entre el matemático y el lingüista, con formas de razonar con frecuencia bastante similares. Es el caso de nuestro autor. Me van a permitir, a lo largo de la exposición, con su permiso, voy a ir cogiendo retazos de la novela, entre otras cosas para animarles a que la lean. Y digo que el matemático, en la página 97, hace un alarde lingüístico digno de todo elogio: "Weni no desperdiciaba el tiempo y seguía formándose. Empezaba a hablar con fluidez. Modulaba la voz para proferir los sonidos tintineantes de la lengua atlante, pero, por ejemplo, le costaba mucho articular la 'k', un fonema que sonaba como un chasquido casi metálico y parecía restallar en la garganta del hablante. También la 'l', fonema atípico en egipcio, se utilizaba en abundancia". Es un matemático hablando de fonética. La mayoría de los filósofos clásicos dominaban igualmente la gramática y la matemática.
Su afortunada condición de matemático le hace también ser riguroso con múltiples aspectos de
la novela, tales como el detalle en las descripciones, la información adicional en notas a pie
de página, con útiles aclaraciones históricas y lingüísticas, que hacen que el lector apenas
pueda deslindar la realidad de la ficción. Tal es el grado de credibilidad que consigue el
autor dar a su novela. Todo ello habla también de la honradez personal y profesional del
hombre, que se refleja, con total coherencia, en su obra (como la buena gente que
aparece esporádicamente en ella: buena gente que se acuerda con cariño de sus padres y que invoca
a los dioses. Dice el personaje central en la página 98: "Desde que tengo uso de razón, mi padre,
¡viva siempre con salud y al amparo de los dioses!" Qué de buenos deseos. O, una de las familias
que acoge al protagonista como se cita en la página 100, donde en la conversación se lee esto:
"No acabo de entender", dice Venee, "por qué a veces se trata a los extranjeros como
si fueran nuestros enemigos.
-No, no estamos de acuerdo con esos modales hacia el prójimo, sea de donde
sea -refrendó Dahtlec, apoyando a su amada cónyuge". Y, más adelante, dice: "Lamentablemente, Imhotep
es el apellido del protagonista -adujo concienzudamente la juiciosa Venee-, no vivimos en un mundo
regido por reglas acordes a todas las consciencias. La confrontación de intereses conlleva irremisiblemente
a la guerra, ya sea en campo abierto o disfrazada por la amargura y las rencillas".
El propio autor en conversación mantenida por correo electrónico reconoce esta mezcla de realidad y fantasía: "No sabría decir en qué genero se encuadra, pero abunda la aventura. No obstante, me gusta documentarme profundamente para crear el ambiente apropiado y basar fielmente mis relatos en hechos históricos o que pudieran haber sido una realidad. Pero al mismo tiempo los mezclo con descarados retazos de pura fantasía que pueden sorprender al lector". Y se pregunta José Angel: "¿Gustará esta mezcolanza a los lectores?" Puedo asegurarte, apreciado José Ángel, que a este humilde lector le ha encantado. Y sé que no sólo a mí, porque tengo noticia de las críticas positivas que la novela está mereciendo.
Hablemos ya del escritor. En su todavía corta trayectoria como escritor desde su etapa
universitaria hasta ahora (felizmente estamos hablando de una persona joven) ha pasado de la
participación en concursos de cuentos a proyectos más serios -como en los que ahora mismo se
encuentra inmerso- y ha cosechado importantes éxitos, entre los que se cuentan, por citar sólo
los más relevantes, los siguientes:
-En 1994 obutvo el primer premio del VII Concurso de Cuentos Fantásticos y de Terror "Idus
de Marzo" de Dos Hermanas, Sevilla y mención especial en las ediciones VI (1993), VIII (1995)
y XIII (2003).
-Consiguió también el primer premio en el I Certamen "El Rincón Literario" de Dos Hermanas ese
mismo año 1994.
-Primer premio en el III Concurso de Cuentos de la Facultad de Matemáticas (1995).
-Primer y segundo premio en el IV Concurso de Cuentos de la Facultad de Matemáticas (1996).
-Es autor colaborador en el libro de relatos Cortos Virtuales (2004), publicado por Ediciones
Logosur. Esta obra reúne historias de ganadores de distintas ediciones del Concurso de Cuentos
Fantásticos y de Terror "Idus de Marzo" de Dos Hermanas.
-Es autor de Ladrones de Atlántida, novela de aventuras publicada en abril de 2005
por la Sociedad de Nuevos Autores.
-Autor también de Tras la estela del Dragón, una novela histórica de aventuras publicada
en junio de 2005 en la web oficial para su libre difusión.
-Ha sido miembro del jurado en el XIV Concurso de Cuentos Fantásticos y de Terror "Idus de Marzo"
de Dos Hermanas (2005).
-Y es actualmente moderador en los foros de literatura de ¡Ábrete libro! (http://www.abretelibro.com),
en Internet.
Y pasemos a la obra, la novela. No seré yo quien adelante el argumento de la obra, pues, de una parte, corresponde al lector descubrirlo y, de otra, será el propio autor el que en su intervención nos desvelará hasta donde él estime conveniente. Sí diré que es una novela en la que predomina -aunque no exclusivamente- la aventura. Un joven egipcio se embarca -metafórica y literalmente- en una serie de aventuras con un grupo de amigos a los que va conociendo y con los que se implica en un robo que trae consecuencias inesperadas. De telón de fondo, Egipto (representado especialmente por el protagonista Weni Imhotep) y la civilización atlante, Atlántida (representada por Kadham), la ciencia y la sabiduría egipcia junto con la magia y seducción de la Atlántida, todo tejido con un verbo fluido, rico, cohesionado y hermoso.
Sí me apresuraré a detenerme en un análisis más pormenorizado desde el punto de vista estructural, lingüístico, estilístico y literario, acaso más acorde con mi condición de filólogo. He de decir que la obra se presta para este tipo de análisis por su riqueza gramatical, semántica y organizativa, lo que habla, en la juventud del autor, de un estilo maduro y depurado. Paso a justificar lo dicho.
Unas breves referencias a la estructura de la novela. Destaca el equilibrio. Me atrevo a pensar que es un equilibrio personal también, reflejado en la obra. Hay tres partes de unas cien páginas cada una, aproximadamente. La alternancia de personajes: en los primeros capítulos de la primera parte se anticipa la conexión entre Weni y Kadham; el primer capítulo está dedicado a Weni Imhotep, el segundo a Kadham, y en el tercero se encuentran los dos. Y así a lo largo de todo el libro, de manera que en la segunda parte ya están juntos todos los personajes centrales.
Hay otro detalle importante que aboga por una estructura muy bien cuajada y
son los puntos de interés al final de cada parte o cada capítulo, lo que hace que se quiera seguir leyendo,
crea expectativas. Además, hasta en educación, en didáctica, se aconseja que se cree expectación en el
alumno para quiera seguir aprendiendo; en la literatura ocurre lo mismo, hay que crear expectación para que
el lector se enganche, siga leyendo. Les cito dos botones de muestra, pero se podría aplicar a todos los
capítulos del libro, a cada una de las partes del capítulo. Pensemos en el final de uno de estos momentos
que nos impele a seguir leyendo: "Varios hombres montaron guardia mientras los demás reposaban un poco.
El viento traía una persistente cacofonía que resonaba desde los distantes asentamientos de herbívoros.
Nadie podía pensar que aquella noche sería tristemente memorable para los temerarios exploradores". Y ahí
nos deja. Sigue otro capítulo y uno quiere seguir leyendo a ver qué ocurre esa noche. Otra muestra, de las
muchas que se pueden sacar, también al final de una de las partes:
"La advertencia de Anaan, proferida con tanto énfasis, le había hecho reaccionar.
-Si eso es cierto, puede que haya conducido a mis amigos hacia el cadalso. ¡Están en peligro!"
Vamos a ver qué pasa.
Y abundan lo que en inglés se llaman, permítanme la pedantería, turning points, que son puntos de inflexión. En la vida misma, hay puntos de inflexión, cuando la vida cobra un nuevo rumbo. Así, en la página 103 nos habla de reveses del destino (hay un cambio, el destino te juega una pasada). En la 210, aparece el asesinato de uno de los personajes que da un nuevo rumbo a la historia. En la 256, uno de los personajes, no voy a decir quién, muere y también le da un nuevo rumbo a la historia, casi ya al final de la novela.
Hablando también de la estructura, utiliza la técnica del flashback, es decir, hacer movimientos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, que es una técnica fílmica que aparece en las películas. Después hablaremos de la conexión que tiene esta novela con el carácter fílmico. Se puede hacer una película perfectamente y no dudo que se hará, en algún momento; ojalá que sea pronto. Por ejemplo, el robo aparece de forma anticipatoria en el prólogo del libro, aunque cronológicamente se sitúa entre los capítulos 1 y 2 de la tercera parte. Hay un movimiento de flashback realmente muy conseguido.
Hablemos del estilo. Sorprende gratamente el uso soberbio que hace de la descripción y de manera muy concreta de la adjetivación, de los detalles de la descripción. Puedo asegurarles que tenía tomadas entre quince o veinte referencias, maestras todas ellas, y entiendan lo de maestro como aplicado al autor evidentemente. Sólo citaré tres para que se hagan una idea.
Tiene habilidad para describir la naturaleza, observen si no cómo lo hace en las páginas 69 y 70 y presten atención al uso de los adjetivos: "Aquel frondoso bosque, que albergaba una inmensa variedad de especies vegetales autóctonas, constituía un entorno inhóspito y nuevo para Weni. El dosel era tan espeso que la luz apenas iluminaba la hojarasca, mullida y húmeda aún por los chubascos de los días anteriores. Se sucedían troncos rectos, de corteza rugosa y negra, y copas densas de hojas duras y ovaladas. Una miríada de raíces se entrelazaban formando una red enmarañada y retorcida sobre la que no era sencillo andar. Weni se desplazaba lentamente entre la agreste maleza, derrotado por el inextricable follaje y cada vez más angustiado por encontrarse en aquel laberinto interminable de árboles, helechos y arbustos". Precioso.
¿Cómo describe una casa? Es curioso cómo describe ciudades, arquitectura urbana, con una precisión digna de un arquitecto. Observen en la página 99: "La casa donde Weni había pasado los últimos días se levantaba sobre un zócalo de tierra batida y era de planta rectangular, con varias habitaciones alineadas una tras otra. Tenía la fachada pintada de blanco y el vestíbulo decorado con estelas para el culto a los ancestros. Desde la estancia principal se llegaba a la bodega por unas escaleras y a los dormitorios por un pasillo. En la parte trasera se encontraba la cocina, que albergaba un horno para dorar el pan y asar la carne, y, en el suelo de tierra compacta, había agujeros para sujetar recipientes cerámicos que almacenaban el agua, el aceite y otras esencias. Concebida para que las actividades diarias en su interior siguieran el recorrido del Sol, los espacios destinados a las tareas matinales se orientaban al sur y los ocupados por la tarde hacia poniente".
O la descripción de personas, como ocurre en la página 114 con Edda, uno de los personajes centrales también de la obra: "Allí estaba la afamada 'Pantera del Mar', de nombre Edda. Se trataba de una Maasi joven, de unos diecinueve años, menuda, esbelta y de soberbia complexión. A pesar de exponerse continuamente al sol y a los elementos, su tez resultaba sonrosada. De esto podía deducirse que era natural de las regiones meridionales, donde habitaban gentes de una raza a la que apenas se les tostaba la piel". Y procede al detalle: "Tenía la nariz alargada y la frente despejada, adornada por cejas arqueadas; largas pestañas sobre los ojos, rasgados y del color del mar, que desprendían una mirada llameante. Llevaba la oscura cabellera trenzada y recogida en la nuca, pero algún rizo se enroscaba sobre las orejas. Una concha pendía como amuleto sobre el nacimiento de sus senos, cuya mitad superior quedaba al descubierto bajo el ancho escote de un ceñido jubón". Es jugar casi con una figura estilística griega que es el quiasmo. "Su talle parecía poder quebrarse y rectas piernas modeladas con primor seexhibían bronceadas bajo el faldellín. Desbordaba sensualidad, pero su belleza sólo era comparable a su fascinante audacia. Era inteligente y vivaz".
Hay un lujo en la descripción de personajes y escenas, hay descripciones poéticas como en la página 64: "Weni caminaba por una avenida de mucho tráfico, que limitaba con uno de los parques que configuraban el modelo urbano de Thool. Dentro, entre jardines verdes como los vergeles del Nilo, crecían árboles centenarios de voluminosas copas y robustos troncos. El canto de gorriones y estorninos se confundía con el vocerío del mercado. Las plantas trepadoras se encaramaban a las fachadas de las casas y una estructura de madera soportaba una pérgola vistosa y colorida que aportaba una sombra perenne sobre la concurrida vía".
Para no alargarme con el tema de las descripciones, destacaré las descripciones bucólicas, casi pastoriles, como en la página 86: "Desde allí estudiaba con holganza el idílico y plácido paisaje. Cerca, el rebaño de un vecino pastaba en la silvestre pradera, junto a la charca de la que fluían aguas termales y donde había ido el día anterior con Dahtlec para aliviar su malestar. Media docena de cascadas caían por un risco, llenando la poza y rebosando de agua las zanjas. Chathan parecía mucho más próximo y su impresionante cono nevado escondía la caldera de la que brotaba una constante columna de vapor, el mismo que calentaba aquel manantial".
Es de resaltar el adecuado uso de las metáforas y, de nuevo, destaco sólo algunas, pues son muchas las que hay en la obra. Dice en la página 29: "Por la mañana, cuando el primer rayo del alba encendía la cumbre que coronaba la isla". Aquí hay también una personificación. Otra, en la página 74: "Quedaba colgada en una inclinada pendiente y las casas se derramaban por la ladera". Nos imaginamos todas esas casas desparramadas, como derramándose por la ladera. En un momento de la página 111 dice uno de los personajes: "Oh, qué estrechos son los orificios de tu cedazo para discernir...", para decir "qué torpe eres". O ésta otra en la página 120 donde se combinan el símil y la metáfora: "La lluvia caía a cántaros, resonaba el trueno como el mugido del toro y aullaba el viento tenebrosamente". De nuevo, una personificación, una animalización del viento que aúlla.
La propia personificación a la que me he referido también aparece en varios momentos. Por ejemplo, cuando el autor escribe en la página 13: "Los mecanismos que movían habitualmente la plataforma de madera del puente no se dejaron conquistar fácilmente", como si fueran personas a las que se conquista. O cuando dice en la página 33: "Tras ella, se toparon con una extensa franja de tierra, rodeada a derecha e izquierda por un anillo acuático que lamía las murallas". Observen el agua contra la muralla como si la estuviese lamiendo. Es una personificación, es atribuir una cualidad animada a algo inanimado.
También juega con una figura estilística que es la del contraste. En la página 45: "El chirrido de los goznes al girar la hoja le pareció un dulce sonido". Chirrido, dulce sonido. O cuando dice en la página 267: "En las refriegas más cruentas, los combatientes se enzarzaban cuerpo a cuerpo en los mismos campos donde antes los pastores apacentaban el ganado". Contraste de guerra y paz.
También utiliza el paralelismo en varios momentos de la novela. Por ejemplo, en la presentación de los personajes. O cuando en el capítulo 4, Kadham, uno de los personajes, se ve orientado y auxiliado por un anciano, Anaan. Pero también Weni, el otro protagonista, se ve orientado y ayudado por otra familia formada también por dos ancianos y su hijo: Dahtlec, Venee y Sothain. Los dos están en situación de peligro y a los dos les ayudan los ancianos.
Pero sobresale sobre todo en el estilo la riqueza léxica, la riqueza de vocabulario. Observen si no este trozo de la página 74 que me permito citar:"Pero a su alrededor se esparcían enhiestas columnas de piedra, espectaculares formaciones labradas por la lluvia y el viento en los aluviones blandos, bajo las capas más duras durante la larga etapa de inactividad de Chathan. Era imposible no quedar perplejo ante tal fascinante panorama. Entre las irregularidades y los pliegues del valle, compuesto por gruesos estratos de cenizas y piroclastos de diversa dureza que se superponían, se alzaban a modo de torres una multitud de picachos de toba volcánica, con formas inverosímiles que dotaban al entorno de una fantasía sobrecogedora". O cuando, en lugar de decir simplemente que era leñador, dice "profesaba de leñador" (página 87). Y utiliza la variatio latina, la variación, para decir "ejerciendo como recolector". Y hay un sinfín de términos, que si los leo seguidos, pueden dar la sensación de que estoy hablando en otro idioma, pero son todos términos que están en el Diccionario de la Real Academia Española, pero muy cultos, es cierto: tajamar, tornaviaje, imputrescibles, cabo tortor, botavara, gúmenas, cómitre, silgas, estiba, cuadernas, talasocracia, orzar, combés, obenques, pecios, petreles, carenar, aulagas, quelonio, élitros, ceratópsidos, domos, lítico, mastabas. Esto es recuperar la lengua.
Y, en ese mismo sentido, la onomástica, los nombres. No presenta nombres si no explica su significado. Y no sólo porque dé nombres egipcios y haga un esfuerzo loable de traducción, sino además por esa cosa que ya tenían los clásicos de que el nombre nombra -perdonen la redundancia-, siempre quiere decir algo. Ta-Sety es la Tierra del Arquero; Nubia, el País del Oro; Aka, la sustancia visible; hay una piedra que se llama la roca donde se ataba el Sol, qué imagen tan bonita; Manu o Aztl-an es la Tierra Blanca; Bar-el-Zaa, la torre que subía al cielo; Imhotep, el protagonista, es el que llega en paz. La lista es mucho más larga, pero en cada momento el nombre significa algo. No son nombres vacíos. No son nombres huecos.
Pasamos a hablar de sus dotes narrativas. Me refería antes al carácter fílmico. La verdad es que el autor, creo que es un mérito digno de mención, describe, ilustra con palabras, de tal forma que uno lee y lo está viendo, ve la escena. Voy a leer esta cita de la página 36 con una escena que puede ser perfectamente de una película: "Esta tarde -prosiguió Ihy en un murmullo- tendrás una oportunidad, cuando pidamos que llenen de agua nuestros cántaros. Como están vacíos, podrás meterte en uno de ellos. Pero debes procurar pasar desapercibido". Algo que hemos visto en muchas películas de piratas, que nos recuerda incluso a la historia de José y su hermano cuando se esconde en un saco de trigo. O, cuando nos describe una escena en el puerto en la página 32 y la estamos viendo: "Un ligero navío de porte sobrecogedor les aguardaba dentro, atravesado entre las paredes del canal. En la proa lucía un ariete reforzado con metal y el casco estaba pintado de blanco y cubierto de planchas de cobre para evitar las vías de agua por colisión. Para dirigirlo, varios hombres manipulaban dos espadillas en la popa unidas entre sí y accionadas mediante una caña. Los anfitriones, que contaba con una flota de más de mil embarcaciones, exhibían así su supremacía naval sobre los visitantes, vinieran de donde viniesen". Toda la página entera es como si uno estuviera viviendo la escena. No es exagerado decir que la novela, ya lo he dicho, se podría adaptar fácilmente al cine. Se ve y se oye. Observen en la página 135: "Calzaban unas confortables botas de cuero con forro de lana ideadas por Edda, pero los pies se hundían en el lodo y, al moverlos, chapoteaban sobre la tierra encharcada". Casí se ve el agua saltando. "Una densa vegetación les mantenía en penumbra y todo tipo de plantas y frondosos helechos germinaban en aquel suelo fecundo. Forzados a crecer para sobresalir del dosel en busca del Sol", y ve uno las copas, "los árboles eran muy altos y conformaban un bosque de dimensiones inconmensurables. La luz", y también se ve, "atravesaba el follaje a duras penas y las largas enredaderas ascendían por los troncos de los gigantes arbóreos para buscarla. Las que se secaban colgaban como lianas desde las ramas más bajas". La escena se ve. Pero es que también se oye: "Dentro de aquella angustiosa densidad y frescura, el aire que respiraban era casi asfixiante. En el silencio sepulcral del bosque sólo oían algún gruñido ocasional y el ulular de los pájaros que, más arriba, a muchos pies por encima de sus cabezas, desplegaban sus alas, ocultos entre las ramas".
Hay en toda la novela expectación y misterio. Todo en torno de la Tierra Inhóspita, Lea Aztli, Aztlan, Atlántida. Entre los muchos pasajes recomiendo la lectura de las páginas 113 a 117, que constituye uno de los pasajes más bonitos de la novela describiendo esa tierra.
Aparece, y esto ya los griegos lo hacían muy bien, el propio escritor dentro de la obra. ¿Tú sabías que estabas dentro? ¿Sí? Es el teatro dentro del teatro que decían los griegos. Resulta que José Angel se cuela dentro y se identifica con el personaje central en la página 56: "Por otra parte, le compensaba saber que pronto estaría de vuelta en casa", a lo mejor a Sevilla, "y podría recopilar sobre rollos de papiro todos los datos que estaba reteniendo en la memoria. Su monografía sobre aquel mundo ignorado le haría famoso o, al menos, le depararía cierto renombre". Es el autor dentro de la obra.
Y ese escritor conecta con el lector y lo engancha. A los elementos de expectación ya mencionados, observen
que hay pasajes que te hacen no abandonar el libro y seguir con él en las manos, como en la página 33:
"-Aztlan suoni, sheras -les saludó aquel serio militar de piel blanquecina, en un lenguaje desconocido
para Weni.
Ihy asintió en silencio, esbozando una sonrisa de complacencia.
-¿Qué ha dicho? -musitó el muchacho, tirando ligeramente de la túnica del patrón.
-La tierra de Aztlan nos está dando la bienvenida..."
O cómo se hace con el lector en la página 35: "Detrás de los tenderetes se vislumbraban las primeras
casas, donde moraban los participantes de aquel ritual cotidiano. La experiencia provocaba delirios de placer
en el joven Weni, que veía sobrepasadas sus expectativas más optimistas. Los alicientes de la aventura que
acababa de empezar eran palpables". El lector está disfrutanto tanto como Weni. Acabas de iniciar, estamos
en la página 35, una aventura en la que el autor te lleva de la mano.
Tengo un apartado dedicado al interés que tiene la propia novela. Primero, porque, como es una novela de aventuras, pues hay aventuras y peligros. Y el peligro, sobre todo cuando uno no es el que está en peligro, llama la atención. En la página 22: "Hay que tener mucho coraje o estar loco para formar parte de esta gesta sin ningún otro propósito". En la página 32: "Tal era su entusiasmo que le resultaba imposible en aquel momento recordar cuán lejos estaba del hogar". Con frecuencia, al peligro le sigue la salvación y eso hace también interesante el relato. Hay situaciones extremas, como en la página 72: "A punto de agonizar, Weni creyó ver cómo el felino se abalanzaba de nuevo para arremeter contra él y degollarle, pero también le pareció adivinar, justo antes de desmayarse, cómo un objeto alargado se incrustaba a toda velocidad en el lomo del animal, parándole en seco muy oportunamente". Son golpes de película otra vez.
Hay muchos elementos de fantasía, de lo sobrenatural. Hay personajes que levitan, de forma natural; cuando se les antoja, hacen así y suben un rato. Hay mezcla de dioses y hombres. Hombres que son divinizados. Dioses que son humanos, que luchan entre ellos. Hay un parecido asombroso y muy conseguido con los dioses griegos y romanos, que tenían pasiones, que provocaban adulterios y peleas. Hay islas encantadas. Hay magia. ¿Qué más se puede pedir en una novela?
Aparece una raza superior, de superhéroes, superhéroes que a veces no son tan fuertes y son más humanos. Hay historias de piratas. Hay conexiones con Harry Potter, descripciones típicas de un colegio inglés, como en la conversación entre el Deán y Kadham que refleja muchas de las conversaciones de la novela y de la película de Harry Potter. Hay páginas donde ese ambiente de colegio inglés es clarísimo. Hay pasajes de Parque Jurásico. Pero todo ello, y ahí reside la gracia, ahí está la clave, contado con credibilidad, porque es un matemático el que está escribiendo. Y en la página 92, sale el matemático, como a mí me está saliendo el filólogo. Dice el autor: "Los ajados códices eran tiras enrolladas o plegadas de papel de corteza, a la que, reducida a pulpa, se daba cohesión con una goma natural hasta que adquiría una textura semejante a la del papiro egipcio. Recogían láminas repletas de fórmulas escritas con trazo negro o rojo. Resumían cálculos que utilizaban la numeración en base decimal en vez del común sistema vigesimal, tablas periódicas que predecían los movimientos astronómicos y los eclipses, mucho más completas que cualquiera de las que había visto antes, y cartas de las constelaciones que Anaan había estudiado durante décadas de investigación. Durante su larga vida había desarrollado cálculos matemáticos con todo tipo de quebrados y fracciones, tratando de resolver los mecanismos teóricos que explicaban el comportamiento de la naturaleza". Antes hemos visto al lingüista, ahora hemos visto al matemático. Alterna realismo e imagen, particularmente en el epílogo de la obra Egipto y el personaje central están a caballo entre el realismo y la fantasía, los progresos del protagonista, también en su caso, hablan de una mezcla de hombre y dios.
¿Qué temas se tratan en la obra? Repasemos esto de forma rápida. El tema del destino, el Fatum latino, aparece en varias ocasiones, como en la página 24: "Por otra parte, Weni parecía marcado por los designios divinos". O en la página 122: "Esta dolencia le advertía contra el tiempo adverso, por lo que no creía que aquel infierno fuera a amainar en breve como decía Edda, que parecía otorgar alma propia a su preciada goleta y confiaba demasiado en los hados".
Aparecen muchas notas históricas. Son muchas las lecturas que se pueden hacer de la novela y una de ellas es la lectura histórica, con una mezcla de historia y ficción, de datos históricos y datos inventados, pero ahí está la grandeza del autor. Hay muchísima información acerca de Egipto en las notas a pie de página. Me consta que el autor se ha documentado. Hay referencias a los clásicos, aparece la anagnorisis griega, cuando se reencuentran personajes que habían sido amigos. Se habla de egipcios, atlantes, fenicios, sumerios, de esoterismo y lengua atlante, alusiones a historiadores griegos como Manetón. Se hace un recorrido restrospectivo de Atlántida a Platón. Se habla de la conexión con España, se relaciona la novela con la Historia, se habla de los aztecas y otros pueblos, de la desaparición de Atlántida. Una mezcla de historia y ficción.
Hay un tema importante también que tiene bastante calado en la obra y es el tema de la navegación, de la náutica. Revela el autor un conocimiento grandioso. Hay párrafos que están hechos por un experto en navegación o en náutica, como cuando describe el "Alma resplandeciente", que es un barco. Estos fragmentos me recordaban a mí, modestamente, a un autor que escribe en inglés aunque no es inglés de nacimiento, Joseph Conrad, en una obra, Heart of Darkness, traducida como El corazón de las tinieblas, que supone un viaje literal al corazón de África, pero un viaje metafórico al corazón del hombre. Y otras obras de Conrad donde la náutica se mezcla con lo fantasmagórico. De hecho, el libro es en muchas ocasiones un diario de a bordo, una especie de cuaderno de bitácora.
Otros temas que aparecen en el libro son los avances científicos de los egipcios, la longevidad, los adelantos en albañilería, los adelantos en sofisticados medios de comunicación que no tienen nada que envidiar a la videoconferencia actual, la política, la ligüística, la sociología y las costumbres (en la página 174, "¿Acaso no viste cómo los Maasi lidiaban en Thool con los toros sueltos el primer día del Baieb?", una costumbre que se puede asemejar a lo que puede ser un espectáculo taurino actual), la sensualidad tratada con un exquisito cariño que no le impide ser muy directo en algunas descripciones de amor, tanto heterosexual como homosexual, y con pasajes que hablan abiertamente de sexo (por ejemplo, en la página 111 se hace una velada referencia a la posible homosexualidad de uno de los personajes). Hay muchos más sentimientos en la obra, con traiciones, abatimiento, conmoción, morriña, aflicción, esperanza, dolor. Weni aparece muchas veces como dolorido narrador.
El paso del tiempo también se marca en la novela, no sólo por una continua referencia al principio de cada capítulo mediante fechas del calendario egipcio y del calendario atlante, sino también por la propia madurez de los personajes. Se ve crecer a los personajes.
Llama también la atención que se detiene en detalles, en curiosidades, en anécdotas, como puede ser la forma en que los visitantes avisan que llegan en son de paz, en la página 31, o, como en la página 58, cuando observando unas esculturas, "a Weni le atraían bastante, ya que parecía que en cualquier momento podían cobrar vida; en Kemet los seres humanos y algunos animales nunca se representaban enteros, sino parcialmente esculpidos para asegurarse de que no actuarían por su cuenta" y te mordieran. Hemos visto cuestiones muy poéticas pero también otras muy cercanas al día a día.
Hay detalles de cómo describe el mercado, la comida, la bebida, la fauna y la flora. Hay muchas recetas, como cuando en la página 86 "Weni había recuperado las fuerzas gracias a la excelente alimentación que le habían proporcionado, basada en unas gachas cremosas de persea desmenuzada y hervida en leche de coco". Tiene que estar riquísimo. Y encima no engorda, porque era "fundamento de una dieta sana con pocas grasas". También hay bebida, para acompañarlo, como se cita en la escena de la taberna, en la página 108.
Por último y no por ello menos importante, en varios momentos habla de remedios para dolencias y enfermedades, verdaderas recetas médicas, pociones para facilitar la recuperación del hueso astillado, infusiones digestivas, remedios para el dolor de cabeza, huesos y semillas que triturados proporcionan remedios.
También en varios momentos surge la crueldad y el dolor, con verdaderas masacres. Y ya termino, aunque se podrían decir muchas más cosas del libro. Como pueden apreciar, forma y fondo hacen recomendable esta novela. Un estilo narrativo rico y fluido da cobertura formal a un contenido plagado de ficción y realidad –es difícil establecer el límite-, tocando un amplio abanico de temas, desde la aventura al sentimiento, desde la ciencia-ficción a la historia, pasando por la descripción cuidada y minuciosa y el detalle anecdótico. Además, se disfruta leyéndola –y lo digo por experiencia-. Son todos ellos argumentos más que suficientes para felicitar encarecidamente al autor por su creación, a la editorial por su publicación y para animar al lector a que se sumerja en el mundo de Ladrones de Atlántida, aventura que no termina, dado que Imhotep "durante toda su vida, mantuvo en su poder la piedra verde del Ojo Sagrado, pero nadie supo de ella y, antes de fallecer, había quedado oculta, como tantos otros que se llevó consigo al sepulcro". Confío, querido José Ángel, en que nos sigas informando y deleitando con el relato. Muchas gracias.
Antonio Bueno González, 29 de noviembre de 2005
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Antes de conocer a Antonio Bueno González en persona ya sabía que era de carácter afable y bondadoso, porque habíamos hablado por teléfono. También que me enfrentaba a un experto filólogo -no en balde es Doctor en Filología Inglesa y Profesor Titular de la asignatura con el mismo nombre en la Universidad de Jaén-, por lo que estaba haciendo pasar mi novela por una de las pruebas de fuego que debía sufrir (ya había experimentado la crítica positiva de un erudito de la literatura y la lingüística en Córdoba, D. Ángel Estévez). Pero no fue hasta que nos encontramos que averigüé que además es Decano de la Facultad de Humanidades, de modo que su autoridad como crítico se acrecentaba aún más.
Concluida su exposición, supe que Antonio había disfrutado con la lectura del libro. Por mi parte, dejé claro que yo iba a ser breve, porque, si mi propósito era convencer a los presentes para que se leyeran el libro, Antonio Bueno ya había cubierto ese cometido sobradamente con su análisis pormenorizado, en el que, sorprendentemente, recitaba muchos y variados pasajes de la novela sin revelar a los posibles lectores la esencia argumental. Además, Antonio logró hacer algo mucho mejor que el propio creador de la obra, pues, como buen filólogo, pronunció perfectamente los nombres de las cosas y de los sitios.
También maticé que, de nuevo, el presentador de mi novela era un auténtico desconocido para mí hasta el momento en que le había pedido que lo hiciera y esto es lo más interesante en estos actos, que exista el riesgo de que al posible presentador no le guste lo que lea o al autor no le agrade lo que tengan que decir sobre su obra. Es decir, los comentarios serán absolutamente objetivos, para nada endulzados por el sabor de la vieja amistad.
Después de varias presentaciones, he hecho nuevos amigos en los que tengo completa confianza y deduzco que he sido afortunado al elegir a los presentadores. También que la novela tiene cierta calidad que todos han apreciado, alentándome a continuar mi carrera de escritor y animando a los demás a leerla. Pero aún le quedan pruebas que superar para validar todo su contenido, todavía deben leerla un farmacéutico, un médico, un egiptólogo...
José Angel Muriel, 30 de noviembre de 2005
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