Discurso pronunciado por el escritor y periodista Francisco Correal a modo de introducción
durante la presentación de
Ladrones de Atlántida celebrada en la Casa del Libro de Sevilla el martes 21 de junio de 2005

La persona que me propuso la presentación de esta novela, me dijo de entrada que si yo solía presentar libros. Como si eso fuera una especialidad. Y creo que debe de serlo, pues uno se convierte en especialista cuando reconoce una serie de coincidencias. De un mes a esta parte, presento en el mismo lugar dos libros, titulados Viaje a tierra de vikingos y estos Ladrones de Atlántida. Para alguien tan poco viajero (Livingstone y yo renovamos el pasaporte el mismo día), ya es casualidad que ambos libros transcurran parcial o íntegramente en Dinamarca y Egipto, respectivamente, dos de los pocos países a los que he viajado. El de los vikingos lo presenté un día después de que el Betis se clasificara en San Mamés para la final de Copa del Rey. La lectura de esta novela de atlantes, esta historia de Aztlán, el país de las garzas en el idioma náhuatl, coincidió con la conquista de la Copa del Rey, en la que es inevitable pensar cuando los ladrones se hacen con la Intocable, con el Ojo Sagrado desencadenante del Apocalipsis, con la gran Piedra Verde. Una tercera coincidencia ya raya en la paranoia. En el libro de los vikingos, aparece un caudillo escandinavo que no le teme a nada, ni a la muerte, sólo al dolor de muelas. El mismo dolor que en la novela de Muriel mantiene de un humor de perros al faraón Neterierjiet, primero de la era faraónica, año 2.668 antes de Cristo. Si al vikingo le cura la dolencia Ali de Tortosa, al faraón lo redimirá de su malestar el gran héroe del libro de Muriel, Weni, el egipcio, émulo de Sinuhé, que vive la mayor de las aventuras imaginables gracias a perder el barco que debía sacarlo de la isla de Manu. A mí me ocurrió algo parecido: yo también fui a Egipto antes de Cristo, es decir, dos años antes de casarme en la Capilla de los Marineros. Fui a un crucero por el Nilo, un vivan los Nubios que en opinión de María José, entonces mi novia, diezmó los recursos de nuestro Vivan los Novios posterior. En aquel viaje, al concluir la visita a Déndera, escala intermedia entre Assuán y Luxor, comprobé aterroriado que el Isis & Osiris, nombre del barco, ya navegaba por las aguas del Nilo.

Con tanto dolor de muelas, uno debería encomendarse antes de presentar un libro a Santa Apolonia, como le recomienda el bachiller Sansón Carrasco al Ama de don Quijote cuando éste va a emprender su tercera salida. Para colmo, la lectura de la novela de Muriel la inicié en la consulta del odontólogo doctor Gallego, que acompañado por su asistenta Laura me hizo una intervención que técnicamente se llama rescate, es decir, intentar bajar por medios quirúrgicos unos caninos clandestinos que no quieren hacerlo por la ortodoxia de la ortodoncia. Yo acababa de leer el prólogo de la novela, crucial, redondo, una novela dentro de la novela, el rescate del Ojo Sagrado, cuando me reclamaron al potro de tortura. Dejé el libro en la sala de espera junto a mi gorra de Maquedano, un cuaderno de notas y el Marca con Nadal exhibiendo el Roland Garros, otro Ojo Sagrado, en la portada. Nadal gana el Planeta.

La novela que presento la he leído con sumo agrado. Es una novela de aventuras, con una hipótesis de trabajo y una prótesis de misterio: ¿realmente se extinguieron los dinosaurios? Me gustó más la novela, dirían algunos si la hubieran llevado al cine, a ser posible a uno de los clásicos de verano: Alfarería, Ideal, Santa Catalina. Tiene puntos de Los piratas del Caribe, de Dos hombres y un destino, de La fortaleza escondida de Kurosawa, de El robobo de la jojoya de Martes y Trece. A diferencia de la tesis de la extinción de los dinosaurios, por la novela planea la teoría de que fue el género humano el que estuvo en serio peligro de extinción por el pésimo negocio que los ladrones del Ojo Sagrado hicieron con dos torosaurios raptados y domesticados en la isla de la Tierra Inhóspita. Bichos herbívoros y sedentarios. Como directivos de fútbol, que comen hierba (de césped) y no salen de sus despachos.

Dos hombres y un destino. La novela es una historia de amistad entre dos hombres y una mujer, Edda, la pantera del mar, una capitana de barco que está como un tren. Una heroína a mitad de camino entre Salambó, lady Halcón, Calamity Jane y Ursula Andrews en la serie de James Bond. Weni, el egipcio que perdió el barco, aprende el idioma de los atlantes y descubre que la cultura egipcia de la que procede es una civilización con dioses de copistería. El territorio de Aztlán, el dominio de la Casta Azul, unos seres casi inmortales como los sueña el doctor López Barneo, calvos, azules y altos, como eran los héroes del Calvo Sotelo, el equipo de fútbol de mi infancia, ese espacio es borrado del mapa y los atlantes, como ocurrió con los vikingos, se dispersan por el mundo conocido y hasta el desconocido. A ellos debe su nombre el océano Atlántico y hasta la muy olímpica ciudad de Atlanta, patria de la Coca-Cola, de la CNN, de Martin Luther King y de la penúltima novela de Tom Wolfe.

Leyendo Ladrones de Atlántida, apunto la posibilidad de sugerirle a Pepa Parra, alma de la Fundación Caballero Bonald, un tema para las próximas jornadas: Insularidad y Literatura: la isla del tesoro, de Stevenson; la isla de los jacintos cortados, de Torrente Ballester; Isla Flaubert, una hermosa novela de Robert Saladrigas; la Ínsula Barataria de Sancho Panza; la isla de Redonda de la que se autoproclamó rey Javier Marías; el viaje a Filipinas de Jaime Gil de Biedma narrado en su libro Retrato del artista en 1956; la guerra civil de Alberti y María Teresa León en la isla de Ibiza contada y recontada por Antonio Colinas; la balsa de piedra de Saramago; las islas Mauricio a las que se va de luna de miel, vivan los nubios, mi amiga Ángeles de Pineda; la película Madagascar. Y esta historia tan insular llena de dioses, dinosaurios, máquinas vivientes, mujeres-pantera, magos, marineros valientes. Esta coctelera literaria en la que su joven autor combina elementos que al lector le parecen deudores de Parque Jurásico, de los Picapiedra y de Narciso y Goldmundo, la novela de Herman Hesse.

Hay otra coincidencia entre los vikingos y los atlantes que no quiero dejar atrás: en el libro de Jos Martín, junto a Hans Christian Andersen, ocupa un lugar estelar Jacobsen, el fundador de la cerveza Carlsberg. Cuando Weni vuelve a Egipto, el faraón no sólo lo reconoce por haberle curado el dolor de muelas, sino por reconfortarlo “con un elixir amargo pero agradable cuya receta había conseguido en el edén del que venía”. Se refiere el autor a la cerveza. Guardo un grato recuerdo de Stella, la cerveza nacional egipcia. Esa doble contribución a la salud del faraón precipita una meteórica ascensión profesional del egipcio que perdió el barco: médico, escriba, agente real, ministro, canciller, administrador del palacio, gran sacerdote de On, la Heliópolis de los griegos, astrólogo, alquimista, escultor, constructor de la primera pirámide.

Me va a permitir el autor dos licencias, dos lecturas quizás enrevesadas de su novela. Una es cuando los amigos regresan al barco y Wilk, el amante de la pantera del mar, la capitana, se encierra con ella en el camarote a vivir noches de lascivia. Me salía el soniquete de una revista, un musical que protagonizaron Manolo Otero y Teresa Rabal, y que también transcurría en un barco: “Ven que te espero en El Cairo, la noche africana, sensual y pagana, será testigo mudo de nuestro amor”. Sin desvelar el final, una gozada para el lector, tiene aires de versión de la huida a Egipto: la pantera del mar viaja embarazada de su amante muerto, encinta como la Virgen María a la que acompaña Weni, el egipcio, casto como San José, que se administra opiáceos como el bromuro de la mili para frenar las tentaciones del instinto y centrarse en los estudios.

El autor es matemático, que es una de las maneras más coherentes de ser egipcio: los números siguen siendo jeroglíficos en un mundo donde las palabras cada vez dicen más y significan menos. Fin a la presentación de una novela leída fundamentalmente en un sillón orejero bajo luz de una lámpara de Ikea, en autobuses urbanos y en las consultas de los dentistas Gallego y Llamas. El primer día no dejaba de echar sangre por la boca, de lo que hay constancia en las páginas 24 y 25. Llegó el alivio cuando una semana después me quitaron los puntos, como al Celta de Vigo. Respiré. "Es que la lengua es muy curiosa", me dijo la ayudante del odontólogo. Pues anda que la literatura.

Pasen y lean.

Francisco Correal Naranjo


Presentación


Francisco Correal Naranjo nació en 1957 en Puertollano. Llegó a Sevilla en 1977 para realizar prácticas en "El Correo de Andalucía" y desde entonces ha escrito para periódicos como "Lanza", "La Voz de Avilés", "Diario 16" o "El País", además de ser colaborador de revistas como "Mercurio" o "SurRealista". Actualmente es redactor y cronista en el "Diario de Sevilla".

En radio fue guionista de "El loco de la Colina", creador del programa "Árbitro, la hora" en Radio Aljarafe y comentarista en Radio Sevilla. Por su parte, en televisión trabajó como guionista del programa "Memorias de Andalucía", que dirigió Alfonso Arteseros y fue entrevistador del programa "Buenos días, Andalucía" de Canal Sur Televisión.

Como escritor ha publicado "El Aljarafe", "Triana (Memoria de un siglo)", "Plumillas y Foteros", "Comando Asdrúbal", "Historias del autobús", "Al fondo hay sitio", estos dos últimos libros publicados por RD Editores, "Diccionario de fútbol" y "Balada de los mediocres", una recopilación de relatos cargados de humor, ironía, surrealismo y de algunas de sus pasiones, como el fútbol y el periodismo. Habría que señalar también "Rafael Gordillo. El rayo verde", una obra que pretende ser un homenaje a un jugador "que tantos buenos momentos nos deparó", reflejando la vertiente humana y deportiva de Rafael Gordillo Vázquez.

Asímismo, entre los premios que ha recibido cabe destacar el Ciudad de Córdoba de Periodismo, Ciudad de Sevilla y Premio Andalucía de Periodismo en 1995.

Sin duda, las opiniones vertidas por Correal durante la presentación del libro han tenido que ser objetivas, teniendo en cuenta la circunstancia de que el autor y él no se conocían personalmente antes de su celebración.

Más sobre Francisco Correal en http://www.asociacionprensa.org/noticias/personales/francisco_correal.htm.