Discurso pronunciado por José Luis Rodríguez-Villasante y Prieto, Doctor en Derecho y Director del Centro de Estudios de Derecho Internacional Humanitario de la Cruz Roja Española,
durante la presentación de
Ladrones de Atlántida celebrada en la Casa del Libro de Gran Vía, en Madrid, el viernes 17 de febrero de 2006



Casa del Libro de Gran Vía

Casa del Libro de Gran Vía, Madrid


Introducción

Cuando hace seis años tuve el honor de coordinar una parte del Diccionario Jurídico Espasa en su segunda edición, estaba lejos de imaginar que volvería a la Casa del Libro para la grata tarea de presentar una extraordinaria novela de aventuras, Ladrones de Atlántida, del escritor José Angel Muriel González.

En todo caso, es una gran satisfacción para un jurista, acostumbrado a labores más aburridas y áridas, que me haya sido encomendada (no ciertamente por mis méritos artísticos, sino por generosidad del autor), el encargo de presentar una excelente obra literaria.

Y, como es habitual en toda presentación, que prometo breve, me referiré necesariamente a la obra y a su autor, para terminar con unas reflexiones exclusivamente personales. Debo advertirles a ustedes, para no defraudarles en exceso, que quien les habla no es un experto en literatura, sino simplemente un ávido lector; no es un lingüista, sino un aficionado a las buenas letras; no es un novelista, sino un escritor de aburridos libros jurídicos. Continuaré puesto que, a pesar de lo dicho, no han abandonado ustedes masivamente la sala.

Mi primera impresión en la inicial lectura de la novela que tengo el honor de presentar (que he leído varias veces, total o parcialmente), fue idéntica a la que se experimenta al degustar un manjar exquisito, un placer prolongado en el aprecio de una obra bien hecha (es decir: en este caso, bien escrita). Placer que podría resumir en el mayor elogio: una obra de 292 páginas se me hizo corta.

Más tarde comencé, pensando en este acto de presentación, a analizar detenidamente su forma y contenido, hasta descubrir la estructura con que está concebida, su arquitectura tan meditada. Pero a la vez resultó inevitable deleitarme en el relevante manejo del idioma por el autor, en el conseguido equilibrio entre la forma y el contenido de la obra.

Características del libro

Ladrones de Atlántida es una obra que pertenece a la literatura de ficción, una novela de aventuras en suma, un relato fantástico. Parece increíble que pueda tratarse de la primera novela de un joven escritor. Tal es la madurez literaria y el dominio del idioma español y acaso del lenguaje que hablaban los habitantes de Aztlan o Manu. Mas se asemeja al libro de un autor consagrado.

He tenido la sensación, debido a la técnica empleada, de que José Angel Muriel va llevando al lector de la mano, paso a paso, hasta el desenlace final (el cataclismo) a través de una meditada sucesión de peripecias con valor literario autóctono (el episodio del robo, la Academia, el ataque de la pantera, la navegación en la tempestad, la lucha contra los dinosaurios, la cacería, las terribles represalias) para culminar con la guerra desigual y cósmica, la desaparición de la Atlántida en el cataclismo y el final feliz en las tierras de Egipto.

La obra, como dice la cubierta posterior del libro, la sitúa el autor "en el contexto histórico de los primeros faraones de Egipto y plantea qué habría ocurrido si hace cinco mil años hubieran visitado (la Atlántida) habitualmente expediciones comerciales del país del Nilo". La Atlántida, esa isla-continente legendaria y fabulada por Platón, desaparecida al ser tragada por las aguas del Océano Atlántico en unión de todos sus habitantes, como consecuencia de un terremoto o la erupción de un volcán, antes de que se escribiera la historia.

Oigamos a Platón, en sus Diálogos de Timeo y Critias. Los sacerdotes egipcios describían la Atlántida como un gran país (más extenso que Asia Menor y Libia juntas), situado frente a las Columnas de Hércules (donde estaba escrito: "No más allá"). En su centro existía una fértil llanura, limitada al sur por el mar y el resto rodeado de un anillo de montañas. En el llano se alzaba la capital, magnífica ciudad, cuyos palacios y templos estaban construidos con piedras blancas, rojas y negras. Más allá, en el otro lado del mundo entonces conocido, existía un número considerable de islas menores, quizás las Antillas americanas. Por eso, en el epílogo de la obra hay una alusión intencionada a las civilizaciones maya y azteca, a la "serpiente emplumada", a la Ruta del Jade, a los Andes y a los incas, quizás huellas indelebles de los atlantes.

Aztlan, la Atlántida, habría sido un poderoso reino y sus ejércitos habían ocupado las tierras que se abren al Mediterráneo hasta que fueron vencidos por los griegos. La fantasía de Platón, calificada por Aristóteles de una utopía alegórica y didáctica, describe la Atlántida como una especie de estado ideal con alto grado de civilización y vida incomparablemente feliz de sus habitantes, modelo de organización política y social. La corrupción fue arruinando esta milagrosa experiencia histórica, pues se trataba de una monarquía de origen divino (los reyes eran hijos de Poseidón y una mortal) hasta provocar la ira de Zeus, quien dispuso que fuera destruida y engullida por el océano.

El libro de José Angel Muriel es un diálogo continuo entre el Antiguo Egipto (y sus dioses) y el mundo misterioso de la Atlántida. Este paralelismo surge a menudo en la obra destacando similitudes y diferencias entre el país del Nilo (la Tierra Negra) y Aztlan o Manu, "la tierra de poniente". Todo ello a través de las reflexiones del protagonista Weni, que sólo en el capítulo segundo se identifica como el egipcio Weni Imhotep, un simple mortal.

La comparación queda patente en la fecha de cada uno de los apartados del libro, donde consta el día, mes y año de Ra (Egipto) y la fecha tras la fundación de Aa (Atlántida), así como en la progresiva identificación entre los dioses egipcios y los hombres azules (los Kuh-Chooh) que gobiernan Aztlan:

"Fue Jnemu quien creó el huevo de donde nació Ra", afirma Weni el egipcio, "y aquí en Manu se especula con que los Kuh-Chooh nacen de un huevo".

Weni se queda alucinado. "¡Conocer a los dioses en persona, los dioses de la Casta Azul!". Pero los dioses no pueden conservar la paz y la gente se subleva en Aztlan: "También los dioses se equivocan". Y, finalmente, "los dioses luchan entre ellos". Aún ahí Weni ve semejanzas entre la enorme astronave aniquiladora que se cierne sobre Manu y el disco solar alado de Ra.

La novela que presentamos parece un guión de cine, tal es su realismo. Y no sería extraño que sirviera para filmar una película de éxito. Idea que brindo a quien quiera recogerla.

La Atlántida da nombre a la obra, pero, ¿por qué "los ladrones"? Lo explica claramente el libro en su cubierta: "Cuando el joven egipcio Weni Imhotep desembarca en Manu, sólo es capaz de imaginar maravillas acerca de la civilización que la habita. Pero las circunstancias harán que finalmente, por gratitud y por amistad, se alíe con un singular grupo de ladrones...". Ladrones que muestran gran audacia e inteligencia al ejecutar el robo del Ojo Sagrado, la gran esmeralda.


Presentación de Madrid

Momento durante la presentación con José Luis Rodríguez-Villasante


Estructura de la obra

Justamente es muy acertado, en cuanto a la estructura del libro, anticipar en el prólogo el episodio decisivo de la obra: el robo de "la Llave" u "ojo verde sagrado", la "Intocable", la joya guardada con el mayor sigilo y seguridad por los "hombres azules" porque de ella depende su supervivencia.

A continuación, discurren como vidas paralelas las peripecias de Weni desde su arribada a Aztlan y los sinsabores de Kadham a partir de su expulsión de la Academia de los Tlepoc. Por un lado los mayores peligros acechan en el bosque a "Weni el egipcio" hasta que es salvado por una familia ejemplar de Maasi, los humanos de Manu que acogen a los extranjeros hospitalariamente. Y, por su parte, Kadham encuentra la sabiduría de Anaan, el maestro de los Tlepoc, en su extraña morada del "Nido del Caracol".

El punto de encuentro de ambos será el singujlar barco Farl-ik-Oon, bajo el mando de Edda, la bella "Pantera del Mar" y amante de otro mágico Tlepoc llamado Wilk, rebosante de poderes sobrenaturales y terranales.

Los personajes

Aunque la obra se basa en cuatro personajes principales (los cuatro amigos ladrones: Weni, Kadham, Edda y Wilk), el protagonista es sin duda el egipcio Weni Imhotep, que se introduce subrepticiamente (escondido en una tinaja) para penetrar en la Atlántida.

"Al llegar, le embarga el entusiasmo por conocer la cultura nativa y disfrutar del esplendor y el bienestar que reinan en aquellas tierras", se dice en la cubierta, pero "no puede adivinar entonces las tribulaciones que tendrá que afrontar durante su accidentada estancia" y "no tardará en vislumbrar su decadencia y en percatarse de que, como él mismo dice: 'En todas partes crece la hierba de la controversia y medra la podredumbre'".

Weni se proclamaba en su idioma materno Sun-nan, el hombre de los que sufren, es decir, el médico. Y tiene que superar un problema de conciencia al traicionar la hospitalidad que le brinda en su palacio Ptah Jnum (es decir, Osiris) al participar en el robo de la Llave que será la perdición de los "hombres azules".

Pero la novela tiene para el protagonista egipcio un final feliz al retorno a su Tierra Negra. Weni Imhotep será amigo y médico del primer faraón y sucesivamente escriba, agente real, portador del sello real, ministro, canciller, administrador del palacio y gran sacerdote de On. Llegó a concentrar todos los poderes civiles y religiosos como oráculo, escritor y astrólogo. Se atrevió a construir la primera pirámide escalonada de sesenta metros de altura y la necrópolis circundante y, finalmente, a su muerte (¡¡no faltaría más!!) fue divinizado e identificado con el dios griego Esculapio. Durante toda su vida mantuvo en su poder la piedra verde del Ojo Sagrado, cuyo secreto llevó consigo al sepulcro.

Kadham, el joven Tlepoc, hijo de Ptah Jnum (Osiris), es el segundo protagonista de la novela que avanza al paso de sus poderes mágicos. Es el autor material del emocionante robo (digno de Indiana Jones). Pero tiene sus debilidades humanas: gusta de beber y jugar en las tabernas y su vida no carece de contradicciones, pues, a pesar de sus tendencias homosexuales, sucumbe ante los encantos de Edda, la amante de su mejor amigo, Wilk. Desaparece sin dejar rastro durante el cataclismo. El autor ha tenido la cortesía de no contarnos su muerte.

Edda, la "Pantera del Mar", joven valiente, mortal y atractiva, capitana del barco Farl-ik-Oon y adorada por su dotación, nos proporciona las únicas secuencias eróticas de la novela. A salvo del cataclismo y encinta, no logra superar la muerte de su amado Wilk: "Ojalá Ra flameara de poniente a levante y pudiéramos recuperar el tiempo pasado, recuperar a Wilk, pero ni siquiera los dioses pueden resucitar a los muertos".

Wilk es el cuarto gran protagonista, el Tlepoc que salva a los otros con sus poderes mágicos en la Tierra Inhóspita de los dinosaurios y el custodio de la Llave u Ojo Sagrado hasta su muerte aleve a manos de los Hombres Azules.

Personajes secundarios, pero imprescindibles en la obra, son: Ihy, el patrón del barco que lleva a Weni a la Atlántida; la bondadosa pareja mortal (o Maasi) formada por Dathlec (que acoge a los extranjeros) y su juiciosa esposa Venee; el maestro Anaan y Ledhan, el profesor de la Academia, que forman con Kadham el trío de Tlepoc que no mueren, sólo desaparecen en el cataclismo.

Y quedan los malos. El gobernador Seth Anu, el más perverso de los Kuh-Chooh (Hombres Azules), autor de la masacre de la Academia cuando le roban el Ojo Sagrado, obstinado culpable de una guerra sin esperanza y de la destrucción de la Atlántida por los dioses. Le sirve de contrapunto la sabiduría de la anciana Iset, la cara humana de los semidioses Kuh-Chooh. O el hostil Ooren, el Tlepoc instructor de gimnasia de la Academia, asesinado en las termas públicas para purgar sus culpas. El autor trata con realismo a sus personajes, presentando sus virtudes y debilidades, que no disimula ni en los hombres ni en los dioses.

Así, se describe al altivo Ptah Jnum (Osiris), hospitalario con Weni e implacable con Wilk, o al juez Wothan Theus (acaso Zeus), embajador de los dioses, portador de un ultimatum y responsable del exterminio de Aztlan.

Las descripciones y los relatos

Acentúa la calidad literaria de esta novela las excelentes descripciones de parajes y relatos de sucesos. Y así destacan la semblanza de la ciudad de Thool y sus canales, los detalles de su mercado, la imagen del volcán Chathan, el diseño del bosque intrincado y hostil que rodeaba a la capital de Manu, la explicación del "Nido del Caracol", el retrato arquitectónico de la Casa de Gobierno o los pormenores de Hooloke, la isla inhóspita de los dinosaurios con su terrible bosque, el río, la ciénaga y la pradería.

De los relatos son destacables el robo del Ojo Sagrado y las peripecias en la Tierra Inhóspita, donde aparecen feroces monstruos (quelonios, sapos gigantes, lagartos bípedos, Torosaurios herbívoros, pterosaurios voladores, saurópodos corpulentos, Triceratops, el inevitable Tiranosaurio Rex y los fieros Troodones de ojos casi humanos. Impactan por su realidad la bien narrada tempestad que sufre el barco Farl-ik-Oon y el ataque implacable de las gigantescas máquinas de matar contra los inermes alumnos de la Academia.

Pero, naturalmente, el relato más cuidado es el de la guerra y el cataclismo final de la Atlántida. Atisbamos en su descripción la analogía con una explosión nuclear (el hongo atómico de Hiroshima o Nagasaki), la lluvia ácida de la guerra química, el atronador ruido de un seísmo, la erupción de un volcán con sus ríos de lava ardiente, la inmensa ola y la fatal inmersión de la Atlántida, desaparecida para siempre.

El joven autor

José Angel Muriel González es un joven sevillano nacido en 1972. Se licenció en Matemáticas (Ciencias Exactas) por la prestigiosa universidad hispalense, que ya cumplió nada menos que quinientos años. Jefe de Proyectos en el Departamento de Sistemas de una importante empresa de Telecomunicaciones, su brillante carrera profesional no ha impedido el desarrollo de su vocación literaria. A pesar de su juventud ya ha obtenido sendos premios por sus relatos breves en la Universidad de Sevilla (Facultad de Matemáticas) y en Dos Hermanas. Mi cordial enhorabuena al autor y a su familia por esta su primera novela.

Conclusión

QUisiera terminar, como Weni Imhotep, expresando al autor, a la editorial Sociedad de Nuevos Autores y a este libro excelente que inicia el vuelo hacia las librerías, mis mejores deseos con palabras del Antiguo Egipto: Per Neferu. Buen viaje hacia los lectores. Y muchas gracias por su atención.

José Luis Rodríguez-Villasante, 17 de febrero de 2006


Presentación de Madrid

Otro momento de la presentación