Fragmentos del discurso pronunciado por el periodista Paco Espínola a modo de introducción
durante la presentación de
Ladrones de Atlántida
celebrada en la Cuadra Dorada del Museo Casa de los Tiros de Granada el jueves 24 de noviembre de 2005
(acto organizado con la colaboración del Centro Andaluz de las Letras)
Cuando me ofrecieron presentar este libro se dieron todos los preámbulos para no presentar el libro. Un publicista del periódico La Opinión de Granada, que además no está hoy aquí, me dijo que le había surgido un compromiso con la Junta de Andalucía para dar a conocer la primera novela de un autor. Por supuesto, el publicista no recordaba ni el título del libro ni el nombre del escritor. [...] No le prometí nada, pero le dije que lo intentaría. Es decir, que no.
Poco después, el autor, José Angel Muriel, me habló de su novela, que él había titulado Ladrones de Atlántida, y se comprometió a enviármela, así como una biografía. Los primeros datos de su biografía centraron mi atención. Edad: 33 años. Licenciado en matemáticas y actualmente Jefe de Proyectos en el Departamento de Sistemas de una importante compañía nacional de telecomunicaciones. Domicilio: Avenida Kansas City, Sevilla. Yo pensé: "Qué datos. Matemático. Informático. Novelista. Kansas City, Sevilla". Y pensé en Rambaud cuando se dedicaba al tráfico de armas.
En el lomo del libro, además, descubrí una errata: "Osé" Angel Muriel González. Y en la contraportada, dos prolegómenos sobre el autor y la sinopsis. Del autor se decía:
"En su primera novela, José Angel Muriel recupera el género de aventuras sumergiéndose en el mundo misterioso que pudo ser la Atlántida. La obra la sitúa en el contexto histórico de los primeros faraones de Egipto y plantea qué habría ocurrido si hace cinco mil años la hubieran visitado habitualmente expediciones comerciales del país del Nilo. De este modo, sobre una base documentada, surgen descarados retazos de fantasía donde se mezclan la mítica Atlántida de la que nos habló Platón en sus célebres Diálogos, los conflictos que quebraron la armonía que le daba fama y las repercusiones directas de todo esto sobre Egipto y el resto del mundo."
En la sinopsis se resumía:
"Cuando el joven egipcio Weni Imhotep desembarca en Manu, una isla legendaria en medio del Océano Atlántico, sólo es capaz de imaginar maravillas acerca de la civilización que la habita. No puede adivinar entonces las tribulaciones que tendrá que afrontar durante su accidentada estancia. Las circunstancias harán que finalmente, por gratitud y por amistad, se alíe con un singular grupo de ladrones. Al llegar, le embarga el entusiasmo por conocer la cultura nativa y disfrutar del esplendor y el bienestar que reinan en aquellas tierras, pero no tardará en vislumbrar su decadencia y en percatarse de que, como él mismo dice, en todas partes crece la hierba de la controversia y medra la podredumbre. Incluso en la ATLÁNTIDA."
Comencé a leer. El primer capítulo lo concluí con un silogismo: la literatura es una aventura, luego literatura de aventuras es una redundancia. Ya en el segundo capítulo, descubrí la música. [...] Los libros tienen una música que se apodera del lector y sigue con él una vez que el libro se acaba. En el escritor, esa música debe estar antes. Sin esa música, que ha de mover la escritura, no hay emoción. No hay, pues, literatura. Os puedo garantizar que cuando finalicé la lectura de Ladrones de Atlántida, la música que descubrí fue toda una sinfonía. En este caso, la sinfonía de un Nuevo Mundo. Ahora sólo falta encontrar una agencia de viajes que organice ferrys a la Atlántida.
Como referencia a qué pensé como antecedentes de este libro en la historia de la literatura, en el segundo libro de nuestra era, Luciano de Samosata compuso una Historia Verídica, entre otras maravillas, una descripción de los eremitas que, según el verídico historiador, hilan y cardan los metales y el vidrio, se quitan y ponen los ojos, beben zumos de aire o aire exprimido. A principios del siglo XVI, Ludovico Ariosto imaginó que un paladín descubre en la Luna todo lo que se pierde en la Tierra: las lágrimas, los suspiros de los amantes, el tiempo malgastado en el juego, los proyectos inútiles y los saciados a medias. En el siglo XVII, Kepler redactó un Somnium astronomicum que finge ser la transcripción de un libro leído en un sueño cuyas páginas prolijamente revelan la transformación y los hábitos de las serpientes de la Luna que, durante el día, se guarecen en profundas cavernas y salen al atardecer. [...]
Paco Espínola, 24 de noviembre de 2005
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Al término de su exposición, Paco Espínola procedió a realizar al autor una especie de entrevista, de
la que se extrae lo siguiente:
Paco Espínola: ¿Tú crees que cuando un libro sale a la calle deja de pertenecerte?
El autor: Cuando un libro sale a la calle, cuando un libro se publica... Pues sí, en el sentido abstracto
de que, el libro, cuando cae en manos de un lector, empieza a ser interpretado, como si fuera un jeroglífico
en el que cada uno conoce unas claves para descifrarlo, pero no todos lo descifran igual, de manera que al final
la idea que se hace cada cual cuando lo lee es muy diferente. Puedes coger una obra maestra como el Quijote,
leértelo, compartirlo con un amigo y seguramente coincidirás con él en algunas cosas pero en otras muchas
no. En ese sentido, cuando el libro sale a la luz y empieza a caer en manos de quienes lo leen, deja de
ser tuyo y se empieza a desarrollar por sí mismo.
Paco Espínola: Cuando hablé con José Angel por teléfono, no le conocía físicamente y pensé que era una
persona mucho mayor. Me suelo fijar en los datos biográficos, pero casi nunca sé calcular la edad.
Antes calculaba en pesetas, ahora no sé calcular en euros. Cuando veo la edad, nunca sé calcular en años.
Al leer el libro pensé que José Angel se había enfrentado a su primera obra en un avanzado estado de madurez
y al conocerlo físicamente me di cuenta de que era un chaval, un tío joven con una forma de entender la
vida y la literatura. También descubrí una seriedad muy importante a la hora de escribir y una
fascinación por el cine, una manera de utilizar la técnica cinematográfica para contar este libro. Como
siempre sospecho que la gente joven está intentando hacer negocio, yo le pregunté si había intentado
escribir un guión fallido. Él me ha dicho que de guión nada, que lo que pasa es que le gusta mucho el cine.
En realidad, lo que sí me ha desvelado es que es un autor con ganas de hacer literatura y, claro, por eso,
no sólo por las primeras conversaciones que tuvimos sino también por la lectura del libro y por el
conocimiento posterior, el escritor merece todos los respetos y está claro que quiere contar algo a la gente,
lo que para mí es muy importante. Quizá quería contarnos una novela de aventuras o pensaba que estaba
descubriendo cómo se construía una novela de aventuras, pero yo creo que no es sólo una tentativa, sino que
es una obra seria. Ya sabe cómo hacer una novela.
La presentación se celebró en el Palacio de los Gil Vázquez-Rengifo de Granada (s. XVI), conocido como
la Casa de los Tiros por los cañones de los mosquetones que sobresalen en las almenas de la última planta.
Se eligió para el acto la "Cuadra Dorada", exquisita sala ubicada sobre el zaguán, con el techo artesonado,
con un solo orden de vigas sobre canes con figuras humanas y, entre viga y viga, tallas de héroes antiguos
y de la época.
En sus cuarenta y nueve años de vida, Paco Espínola ha hecho cosas muy variopintas.
Yo apenas le conocía cuando le llamé a las oficinas del periódico "La Opinión de Granada", donde
actualmente trabaja como Jefe de Sección, y me presenté hablándole de mi novela. Pero, gracias a las
conversaciones que mantuvimos, supe pronto que había sido productor musical -sacando adelante un disco de Burning,
entre otras cosas-, y había trabajado en varios medios, como la revista Interviú y la cadena Ser -concretamente, en el programa
"La media vuelta"-. Por cierto, Mª Carmen, mi mujer, reconoció perfectamente su voz una vez lo tuvo
delante y le escuchó hablar. Porque uno de los aspectos característicos de Paco es su voz tan personal,
con la que expresa sus ideas siempre con claridad y decisión, sin rodeos ni subterfugios. Es de agradecer.
Hay cuatro cosas que me han sorprendido en él. Tres son pensamientos brillantes que a continuación reproduciré y
que no pude evitar citar en la presentación. La otra cosa es su rotunda decisión de no publicar nada de lo
que ya ha publicado en la prensa aunque se lo supliquen, porque, como él dice, todo tiene su sitio y su momento.
En nuestra segunda conversación telefónica me preguntó qué edad tenía y, cuando le respondí, me dijo que le
parecía la edad adecuada, porque ya se tiene cierta madurez para escribir. Concluyó aseverando que "hay más
escritores que lectores". Y tiene toda la razón. Somos demasiados los que escribimos. Es lógico que no todos
consigamos nuestros propósitos. Esta frase se me quedó grabada en la memoria.
Otra cosa que me dijo cuando me llamó convencido de que la novela merecía ser presentada era que el protagonista
del acto era y debía ser el propio libro. El autor, como artesano, quedaba en segundo término durante la
celebración. Y, es cierto, la obra que se presenta debe ser lo que verdaderamente importe, pues, de hecho, lo que
se pretende es que se lea y por sí sola atraiga la atención.
Finalmente, cuando nos encontramos y nos vimos las caras antes de la presentación, me habló de sus creencias
acerca del estilo. Ningún escritor debería pensar que tiene un estilo propio, porque el estilo se cambia, se
ve modificado por el proceso de madurez que significa seguir escribiendo, seguir aprendiendo a escribir. Otra
cosa distinta son las tendencias a la hora de escribir, que pueden identificar al autor.
Quedó claro desde un principio, y luego me lo ha demostrado, que Paco sólo presentaba libros que le
interesaban realmente. Así que fui afortunado de que el mío le gustara, porque ha sido un auténtico placer
tenerle como presentador en Granada. Allí, me hizo amigo de sus amigos en el rato que estuvimos juntos y
compartimos mesa como si nos conociéramos de toda la vida. Como en familia. José Angel Muriel, 25 de noviembre de 2005
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