Discurso pronunciado por el escritor Rafael Marín durante la presentación de
Ladrones de Atlántida
celebrada en la Librería Beta Imperial el sábado 19 de enero de 2008.
Antes de pisar la galería que da entrada a la librería, instalada en el antiguo Teatro Imperial,
mi mujer vio el libro llenando un escaparate, junto al cartel que anunciaba el acto. Pocas veces había visto así mi novela,
tan vistosa y atractiva, colocada ordenadamente en filas y columnas a lo largo de un espacio tan amplio. Justo entonces
salieron a nuestro encuentro dos amigos a los que había conocido en el mundo virtual, Francisco de Paula y Pablo García,
el primero aficionado a la escritura y el segundo administrador y dueño de un interesante blog sobre el mundo de los
cómics que visito con frecuencia: Historias de un marvelita.
Fue una acogida muy emocionante y resultó un auténtico placer conocerles en persona.
Precisamente, debo una de las anécdotas del día a Pablo García, pues estuvimos hablando
de un amigo común llamado Juan y, cuando le dediqué la novela, lo hice a nombre de Juan. Así que, cuando se percató
del error, tuve que hacer unos arreglos a la dedicatoria. Creo que todo quedó en un lapsus simpático. O eso espero.
Al entrar en la librería Beta, nos recibió con suma amabilidad Rafael Navarro, el encargado,
que estaba charlando con mi editor. Gracias a su cortesía me sentí por un momento el escritor más grande y célebre
del mundo. Pero aproveché su ofrecimiento para que atendiera a Rafael Marín y su familia y les enseñara el lugar,
pues la visita guiada merecía la pena.
Más o menos al mismo tiempo que Rafa, mi presentador, llegaron también otros conocidos
y se fueron sumando a quienes ya estaban allí, aguardando el comienzo. Encontrar a algunos de ellos entre la aglomeración
fue una sorpresa muy agradable y, paulatinamente, se reunían en el vestíbulo circular un buen número de personas que
querían escucharnos a Rafa y a mí esa mañana.
Ya arriba, en la Sala Vázquez que la librería utiliza para actos culturales y exposiciones, observé que, entre el público, había personas que no conocía, detalle que no deja de emocionar a un escritor novel. Carlos Sanjosé, mi editor, comenzó la presentación introduciéndonos a Rafa Marín y a mí. Al término de su discurso, cedió la palabra a Rafa, cuyas palabras resumo a continuación:
Siempre es un placer hablar de un libro. Siempre es un placer hablar de un libro
de un amigo. Y, sobre todo, como lector, siempre es un placer tener al autor cerca para decirle: "¿qué quisiste decir ahí?"
Uno recuerda, cuando era joven, cómo se enfrentaba a ese gran misterio que eres tú mismo y que tienes que descifrar y expresar
para los demás. Recuerdo, cuando escribí mi primera novela, ese miedo y esa ilusión, que no se quitan con los años,
al contrario ese miedo y esa ilusión aumentan (también aumenta la desilusión). Te das cuenta de que esto es un veneno.
A nosotros nos ha mordido algo y nos corre por las venas terriblemente. Es un placer reconocer que José Ángel tiene
ese veneno y le ha picado muy fuerte y muy bien.
Leí el otro día (este es el detalle erudito) que para Pessoa la poesía era su forma de llamar a la soledad.
Creo que, para nosotros, la narrativa es nuestra forma de pedir compañía, de contar una historia para que nuestros
lectores, estén cerca o lejos, se sientan en sintonía con nosotros. Somos pequeñas arañas que tejen una tela y
vosotros sois las mosquitas indefensas que pican. Cuando picáis y la tela se tensa, nosotros llegamos corriendo
para ver a quien ha picado, normalmente no mordemos sino que preguntamos: "¿Qué te ha parecido? ¿Qué te ha parecido?"
Generalmente, a cada uno le parece una cosa distinta de lo que querías contar. Con el tiempo, acabas por no preguntar
lo que te ha parecido porque te das cuenta de que, aunque para ti la novela es una, el gran milagro de esta historia es que
en el momento en que la novela está así, impresa, bonia y oliendo bien (es lo primero que uno hace cuando coge un libro,
olerlo), en el momento en que ese libro está publicado ya no es tuyo, es de los demás. Para José Ángel, Ladrones
de Atlántida es un libro, pero no es el mismo libro que es para mí o para vosotros. El libro se multiplica. Esa
es la gran magia.
Hablando de este libro, que tiene una portada preciosa, dicho sea de paso, con ese azul de Crisei que
siempre me fascina, tiene las virtudes de las grandes ambiciones de los novatos, de los primerizos. Tiene la cualidad de
que es difícil de etiquetar y no sabes si se trata de una novela histórica, una novela fantástica, una novela de ciencia
ficción, una novela cosmogónica, una novela con influencias de Erik Von Danikken, Steven Spielberg o Jan Van Ham... Es
una novela, por lo pronto curiosa, que a mí además me provoca un par de momentos de profunda reflexión, cosa que ya es
difícil que, con las canas que uno peina, le provoque una novela: ¿qué hay de verdad y qué hay de mentira en lo que me
estás contando? La parte referente a Egipto, donde los personajes son egipcios y hablan de sus mitos y sus medidas,
es verdadera evidentemente. El autor sabe de esto y se ha documentado. Pero, ¿y lo demás? Se tiene que haber informado
de otra forma. Ahí entra en juego una cosa maravillosa que es describir la antigüedad más antigua (fíjate, no existía
ni Cádiz), que hace que te quedes con la sensación de no saber hasta dónde todo aquello es cierto.
Hay otro aspecto que me ha sorprendido agradablemente. Su prosa es muy sólida. Para ser un autor novel (o
jovencito, vamos a llamarlo jovencito y quedo bien) no hace lo que hace todo el mundo que empieza a escribir y
que es lo fácil: llenar el texto de diálogos. El diálogo pertenece al teatro. El narrador debe narrar. Aunque hay
diálogos, no hay catorce páginas seguidas llenas de diálogos que obviamente podías haber reducido.
Hace, sobre todo al principio, un juego de paralelismos muy divertido entre dos personajes. No me
preguntéis cómo se llaman porque, eso sí, los nombres son muy raros, más raros que los que yo pongo. Luego sigue
un momento de aventura desbocada en la isla, hasta que llega el final, que se convierte prácticamente en un libro
de historia, en una crónica histórica que conforma, para mi gusto, un final absolutamente delicioso. Ayer estaba
repasando el libro y ¡veía esa escena final! Me vas a permitir que la cuente, porque es tan enormemente cinematográfica...
Es simplemente el paso de los pájaros que van hacia el Atlántico y no encuentran donde posarse. Me pareció de una
belleza impresoionante. Qué bien contado está. Como todo lo que en el fondo simboliza esta novela, la lucha del hombre
contra sí mismo, de los dioses contra sí mismos y de los dioses contra los hombres. Ahí hay un cacao maravillao. Si
pronunciáis los nombres de los dioses en voz alta, descubriréis muchos trucos y muchas referencias. Ese final me
sorprendió, es de sombrero, por la belleza y por la sencillez que tiene. A uno, que en el fondo es poeta desertor,
le ha gustado mucho.
Te digo que me recuerda a Spielberg. El principio es puro En busca del arca perdida, muy divertido,
con esos ladrones, pues no olvidemos que los personajes son ladrones. Y ese final es pura escena final de Parque Jurásico,
porque tiene esa sencillez de la imagen que te queda por encima. También tiene elementos de novela de aventuras de
toda la vida, como el mundo perdido de Edgar Rice Burroughs y la búsqueda de la aventura, qué está más allá de la
línea del mar.
Como novela, es enormemente sugerente, amena y divertida. Augura muchas cosas por venir. Curiosamente, entre
la segunda y la tercera parte el autor deja un gran hueco temporal donde se pueden meter más cosas. El fallo que
tiene es que no habla de Cádiz. Tenías que haber dicho que los primeros que llegaron, se pararon en Cádiz y se tomaron
dos erizos. Pero es un libro interesante e inquietante. Cuando José Ángel lo escribió no me conocía y apenas había
leído algo mío, por lo que me resulta muy sintomático que coincida en algunos puntos con La leyenda del Navegante:
la Pantera del Mar y la idea de explicar todos los mitos de todos los dioses a través de un hecho científico. En
el fondo, todos los que somos racionalistas ponemos una vela a Dios y otra a Cthulhu."
Rafael Marín, 19 de enero de 2008
Reseñas en otros sitios:
Sábado de mundillo literario, en Historias de un marvelita
Presentación de Ladrones de Atlántida, en La larga espera de Violeta