Actualización | jueves, 07 de julio de 2005, 16:20
francisco correal


Audelino, Aureliano, Aceituno
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CARECÍAN de boca para emitir sonidos y se movían a intervalos. Así debe ser un mundo sin vocales, formado sólo por consonantes, como las máquinas asesinas, bichos vivientes que con la descripción que abre este artículo presenta el novelista novel José Ángel Muriel, matemático de formación, informático de oficio, en su libro Ladrones de Atlántida.

Siempre contemplé con absoluta indiferencia los avances tecnológicos en la ingeniería automovilística: a la fuerza ahorcan y gracias a una avería aprendí que la junta de culatas no era un gobierno en la sombra de militares chilenos adictos a Pinochet. Pero con casi veinte años de currículum como conductor, todavía no sé muy bien qué es el chasis o qué produce el reprís. No distingo un Focus de un Mondeo, me quedé anclado en el Gordini y el Dos Caballos. Toda esa inopia hacia la máquina contrasta con la afición que siempre, desde muy chico, tuve a jugar con las matrículas de los coches. La desaparición de las abreviaturas provinciales mermó las leyendas geográficas, imaginar las tortuosas carreteras que ese coche había atravesado desde Pontevedra (PO) o desde Santander (S) hasta su destino.

Se ha puesto en marcha un nuevo sistema de matriculación de vehículos que va en la línea de esas máquinas asesinas. La burocracia ha eliminado las vocales y el sistema de identificación consiste en un número de cuatro cifras y tres letras, todas ellas consonantes. Pensaba que era una satisfacción a una demanda de los nacionalismos, PNV, BNG, hasta que Esquerra Republicana (ERC) me tiró la tesis por la borda.

Estos coches sin vocales son una metáfora de ZP, que habla con todo el mundo y con nadie se entiende. Aurelio, Aureliano, Aceituno son nombres propios con las cinco vocales. El primero que yo conocí fue mi amigo Audelino García, compañero de colegio, vecino de pupitre, originario de San Lorenzo de Calatrava, pueblo manchego que tendrá su parte alícuota de centenario del Quijote. Así sea, Dulcinea. Cuatro esquinitas, cinco vocales. Son el alma de las palabras. Todo en el hogar se cuenta en vocales: el llanto, la risa, el hambre, la gula, el orgasmo, la euforia, la ira. Las vocales se visten con consonantes cuando salen a la calle para no pasar frío. Y uno, viendo pasar los coches con abrigos sin cuerpo, consonantes sin vocales, sinsonantes, juega al damero de completar las palabras mientras pasan los coches. Cnj= canijo, alias con el que fueron conocidos Alfonso Guerra o Rafael Gordillo. Cby= Cobaya. Bhm= Bahamonde o Bahamontes. Cgj= Cagajón. Bpd= Bípedo. Bcl= Bacalao. Cvz= Cerveza. Cms= Camisa. Bnz= Bonanza. Bts= Batusi. Crv= Caravana. Dkt= Dekathlón. Crj= Carajo, que en gallego debe ser la palabra más pronunciada desde el pasado 19 de junio. Gane quien gane, Fraga o Touriño, manda Carallo. Todos los candidatos gallegos usando la analogía del Celta y al final quien va a resolver el jeroglífico va a ser el Pontevedra.

Un día de éstos, Audelino García se va a juntar en Macondo con Aureliano Buendía. Huyendo de los bichos sin boca que se mueven a intervalos. PSV contra CSK.

 

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