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Apostillas y notas del autor

El maestro Anaan

Tras su primer encuentro con Anaan (página 83), el joven Kadham nunca llegó a confirmar si el anciano poseía realmente el don de la ubicuidad, pero siempre sospechó que era una de sus facultades como Tlepoc. El día que lo conoció, Kadham percibió que algo anormal había pasado, ya que el sujeto que le había recibido en la puerta no parecía manifestar el mismo estado de ánimo que el individuo que levitaba dentro, sumido en trance. Tal vez Anaan le había hecho ver una especie de reflejo astral de sí mismo.

Sorprende quizás que Anaan no se convierta finalmente en el esperado maestro de Kadham, después de la intensa búsqueda que éste emprende por recomendación de su tutor en la Academia. Pero se evita deliberadamente así la imitación de otras obras en las que la base de la historia tiene a un mentor y su discípulo como protagonistas, al tiempo que se elogia el aprendizaje del autodidacta.